Subir al auto. Lidiar con los embotellamientos, el sol todavía sin salir. Llegar a la oficina. No encontrar las ganas para empezar. Tomar un café. Tomar otro. Empezar. Almorzar. No poder arrancar de vuelta. Tomar otro café. Mirar el reloj. Tener unas ganas imposibles de parar, y el tiempo que no pasa. El café que envenena sin lograr despertarnos. Hacer algo más. Otro pocillo de veneno. El fin del proyecto que se acerca. Cerrar el día, apagar la computadora. Sentir una efímera felicidad, que se despeja tan rápido como se congestiona la autopista y el sol desaparece.
jueves, enero 10, 2008
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