miércoles, julio 12, 2006

La felicidad anda en ojotas

Hay dos detalles de mi vida en Holanda que me hacen inmensamente feliz.

Sin duda no son los únicos.
Quizá no sean los más importantes.
Pero estoy seguro que vale la pena mencionarlos.


El primero: los meaderos al aire libre.
Qué portero de Buenos Aires no pagaría buena guita por poner uno en la esquina de su edificio. Cuántos dolores de cabeza menos los domingos a la mañana, sin tener que limpiar lo que los muchachos hicieron a la noche en su puerta de entrada.



El segundo: La vida en ojotas.
La semana pasada fue terrible. La temperatura subió mucho, y se mantuvo ahí. Los edificios no están preparados para el calor. Mi depto es un horno. Mi oficina, peor! Aire acondicionado, ni hablar.

Pero yo conseguí palearla, al menos un toque, gracias a mi nuevo mejor amigo el ventilador y al uso intensivo, intensivísimo, de las ojotas. Durante esa semana fue lo único que usé.

Algunos le restarán importancia. "A éste se le piantó un tornillo", dirán otros. A todos, todos ellos, simplemente les digo: "Cuando vayan a laburar un día en ojotas, me van a poder entender".

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