martes, julio 18, 2006

Y además, duerme la siesta

Esto viene a modo de continuación de mi entrada anterior, sobre la felicidad y su peculiar calzado veraniego.

Sigue haciendo mucho calor. Me imagino que en Buenos Aires, los noticieros deben estar comentando sobre la "Ola de calor que azota Europa". Me cansé de escuchar esa frase cuando todavía andaba por allá. Y todo sonaba tan lejos...

Ahora estoy en mi cuevita, con escasa ventilación, y un sol que pega duro y parejo en la ventana hasta las 10 de la noche. Las noches se hacen muy duras. Cuesta horrores dormirse con este calor. Y por supuesto, una vez que logro dormirme, el despertador no tarda en sonar.

Y allá voy como un zombie a la facu. A tratar de laburar un rato, y esperando que la oficina se convierta también en un horno.

Después de comer es cuando más se siente. La modorra que viene después de la comida (bueno.. eso que hay en la cantina, que acá se empeñan en llamar comida), combinada con el calor, hacen imposible cualquier actividad humana.

Pero el otro día tomé el toro por las astas. Agarré mi bolso y, silbando bajito, me vine para casa. Primer medida, prender el ventilador al mango, apuntarlo a la cama y... a dormir la siesta se ha dicho!

Una horita (o quizá un poco más) más tarde, la vida se ve con otros ojos.

Qué clara la tienen los Santiagüeños! La felicidad anda en ojotas y, además... duerme la siesta!

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