viernes, noviembre 30, 2007

Cuentos de fin de año

Después de tanto tiempo sin dar señales de vida, y después de tantas cosas ocurridas, es difícil comenzar una recopilación de noticias y eventos que sea, a la vez completa, y que no los ponga a dormir de sólo ver su extensión (siempre estos benditos trade-offs que hacen la vida más difícil, pero que me darán de comer mientras me dedique a la logística y las operaciones). De todas maneras haremos el intento.

Mi rodilla, si bien va mejorando, no lo hace demasiado rápido, y ya comienza a romperme la paciencia. La operación que me hicieron, sin entrar en demasiado detalle, implicó meter un fierrito perpendicular al fémur justo arriba de la rodilla, de donde colgaron un pedazo de tendón que me sacaron del isquiotibial (la parte de atrás de la pierna), y que terminaron enganchando a la tibia (justo por debajo de la rodilla) con otro tornillo. Este tendón hace las veces de mi nuevo ligamento cruzado y, según dicen, debería hacer que mi rodilla sea tanto o más fuerte que antes. La recuperación ideal implica tres veces por semana de kinesiología durante seis meses, después de la cual debería poder hacer deporte sin ningún problema. Pero tres veces por semana terminó siendo demasiado para mis obligaciones estudio-laborales. Y así es como entramos en el siguiente tema de importancia: mi proyecto final.

Desde hace un par de meses que empecé a trabajar en el proyecto con el cual me graduaré del postgrado. Es en Fokker, una empresa que fabrica partes para aviones comerciales y de guerra. El proyecto se trata de diseñar un sistema de control para la producción y el manejo del stock de chapa de aluminio que usan. En definitiva, significa decirles cada cuánto y en qué cantidades tienen que comprar cada material para poder darle de comer a la máquina de producción que la utiliza. Todo esto, sin gastar dinero en exceso en inventarios, ni dejar de atender a los procesos que vienen después. Todo muy interesante, y no menos desafiante. El único bajón: la empresa queda a 100km de Eindhoven, lo que resulta en laaargas horas de viaje diarias. En tren, bici, y ferry, el proceso tarda aproximadamente 2 horas de puerta a puerta.

Habiendo previsto esa desagradable situación, hace unos meses comencé con el proceso para sacar el registro de conducir en Holanda. Porque resulta que, con las leyes vigentes, yo podía manejar en todo el mundo, menos en este pequeño país. Sacar el registro acá no es chiste. Hay que pasar dos exámenes (teórico y práctico), que la gente suele reprobar más de una vez, y gastar altas sumas de dinero en el proceso. El chiste es que el examen práctico hay que hacerlo en un auto con doble comando, y ahí nace la necesidad de contratar a un instructor que cuente con tan preciado bien. Por supuesto, las clases vienen en el paquete, y la verdad que no me vinieron mal. No para aprender a manejar, sino para aprender a hacer las cosas exactamente como el examinador espera que las hagas. Después de 10 clases, 2 exámenes y alrededor de 650€ más pobre (vale aclarar que el promedio general de lo que gasta la gente está alrededor de los 2000€), soy el feliz poseedor de una licencia de conducir holandesa.

Pero no es bueno que el hombre esté solo, y la licencia por sí misma no acorta los tiempos de viaje, así que para completar el combo me compré un auto: MI primer auto. Si uno lo mira de lejos (bien lejos) puede llegar a confundirlo con una Ferrari. Cuando uno se acerca un poquito más, la ilusión se cae y la realidad deja ver un Peugeot 205 viejito pero rendidor y, por supuesto, ROJO. Hasta ahora no me ha dado problemas de ningún tipo, y se banca el viaje como un señorito inglés (aunque, claro está, él es francés).

El invierno ya empezó, los días son cortos, húmedos y fríos. Pero me sirve de consuelo saber que en dos semanas estaré por las Pampas, disfrutando del buen clima, la familia y los amigos. El idilio dura poco, sólo 15 días, pero espero que me cargue las pilas para afrontar un nuevo año en estas latitudes.