miércoles, mayo 23, 2007

Brujas

El fin de semana pasado fue largo.

En vista a mi prolongada estadía en la USA, con Mónica decidimos hacer un poco de miniturismo previo. Esta vez le tocó el turno a Brujas. Ya vendrán más.

Poder subirse al auto y terminar en un montón de lados increíbles, no tiene precio (para todo lo demás existe Mastercard... diría el anuncio).

Pero basta de pavadas. Más allá de describir el viaje, les dejo algunas de las fotos que sacamos que, junto con los epígrafes, explican bastante (veremos cómo funciona el slideshow, es la primera vez que lo uso...).

Una de las tantas experiencias es digna de contar. El sábado, ya cerca de las 9 de la noche, seguíamos paseando por el centro de la ciudad, tratando de decidirnos sobre dónde cenar. En una de las esquinas vimos que en la calle paralela a la que veníamos había una iglesia muy bonita, y hacia allá enfilamos.

En la puerta, vimos desde lejos un cartel. "Deben estar en misa, no vamos a poder entrar", pensamos. Pero igual nos acercamos. El cartel decía todo lo contrario. En vez de bloquearnos la entrada, invitaba a pasar a escuchar música.
Entramos y nos sentamos. Dentro de la iglesia (de las más lindas que he visto), no había más de 4 personas.

Pasaban música sacra. Era una grabación, pero la acústica del lugar era muy buena. Cuando terminó el tema, un viejito sentado a un costado del altar cambió el CD.

"Ahora ponen el Ave María y me vuelvo loco...", le dije a Mónica. No es que yo sea un tipo religioso, ni mucho menos. Pero hay pocas cosas que me ponen los pelos de punta como el Ave María (que además había estado tarareando un rato antes, ya que Brujas está llena de estatuas de la virgen con esa inscripción debajo).

Empezó a sonar, justamente, el Ave María.

En eso se nos acercó el viejito. Sin que hayamos dicho nada, más que la frase de más arriba, nos entró a hablar en español. Cuando le dije que era de Argentina, nos dijo que tenía algo especial para nosotros, que nos quedáramos un rato.

Dicho y hecho, un rato más tarde, empezó a sonar "Yo soy María", de la operita de Piazzolla. La voz sonó muy conocida, y estuvimos algunos segundos hasta que decidimos que no era María Volonté quién la cantaba.

Un rato más tarde, nos levantamos. En la puerta, el viejito saludaba, lleno de satisfacción, a quienes habían estado, al menos un rato, en su show.

Nos preguntó los nombres. "Así que se llama Javier? Esta es la primera iglesia del mundo dedicada a San Francisco Javier...". Y se me vino a la cabeza la innumerable cantidad de veces que mi abuela Gré, dando las gracias antes de comer, lo había mencionado.

Casualidad?

1 comentario:

Anónimo dijo...

casualidad?...o una linda confirmación de estar en el lugar y el momento indicado? ;-)